miércoles, 14 de abril de 2010

domingo, 4 de abril de 2010


El cristianismo tiene sus raíces en el judaísmo aceptando muchas doctrinas fundamentales de este continuó utilizando las escrituras hebreas, lo que se conoce como el Antiguo Testamento acepto el monoteísmo así como también una única Deidad Yahvé.

Palestina ha sido disputada por su ubicación geográfica, ya que estaba en medio de dos grandes rutas comerciales: Egipto y Mesopotamia, Arabia y Asia menor. Alejandro Magno derrotó a los persas y luego se adueñó de Palestina. Tras su muerte (323 a. C.)Tolomeo I se posesiona de Egipto, Seleuco I se adueña de Asiria y nuevamente Palestina queda en discordia. Recordando la ideología de Alejandro, que era de unir a toda la humanidad bajo una misma civilización denominada helenismo. Esta fusión combinaba elementos griegos con otros tomados de las civilizaciones conquistadas, aun variando de región en región. Esto le dio una unidad a la cuenca del Mediterráneo, que serviría a la expansión del imperio romano y al cristianismo o predicación del evangelio. El cristianismo comenzó entre un pequeño número de judíos. En el libro de los Hechos de los Apóstoles 1:15 (En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos y los reunidos eran como ciento veinte en número). En el siglo III, el cristianismo creció hasta convertirse en la congregación dominante en el norte del mundo mediterráneo. También se extendió de forma importante al este y al sur del Mediterráneo.

Al morir Jesús se supuso un fracaso para aquellos que lo veían como un mesías, esperado por los judíos, que iba a liberar a Israel y a instaurar el nuevo reino de Jerusalén. Así Jesús fue asimilado como el christos, el libertador. Jesús no había cumplido su empresa y se dijo que resucito y volvió a Israel para reinstaurar el reino. Esa fue la nueva versión que sobre su persona y el sentido de su vida y muerte diseño la primitiva Iglesia de Jerusalén, liderada por Santiago hasta el año 62. Sus seguidores se centraron en el respeto a la circuncisión, el culto en el templo.

Pronto hubo otra interpretación del asunto, que al final se impuso y de la que propiamente nacieron el cristianismo y la iglesia católica. Pero el giro que dio lugar a todo eso resulto tan ajeno al propio Jesús histórico.

Pablo de Tarso fue el que dio ese giro, influido por el pensamiento griego presento en sus Epístolas una visión completamente opuesta a la figura de Jesús y al sentido de su obra. Uno de los cambios es que paso a ser hijo de Dios y por lo tanto de un ser de carácter celestial y existente antes de su encarnación como humano. Esta personificación formaba parte del plan divino para la salvación de todos los hombres convirtiéndose en el salvador de toda la humanidad. Entonces su muerte formo parte de ese plan divino para expiar los pecados de los hombres y liberarlos de las fuerza demoniacas que los dominaban. Al resucitar el cristiano identificado con el retornaba a una vida nueva, convertido en un ser diferente. Pablo predicaba que había una segunda vuelta de Jesús, se dio a entender que su obra estaba cumplida, pues no era otra que esa resurrección del cristiano en el. Pablo abandono la idea que la labor de Jesús era exclusivamente para Israel, no venía a liberar a Israel si no que a salvar a la humanidad de las fuerzas del mal. Este giro cambio la forma de entender la personalidad de Jesús y el significado de su obra se complemento con otro referido a la actitud ética y política que el cristiano debía adoptar.

Según los escritos de Pablo puede pensarse que se estaba ya vislumbrando una ética de amor universal igual a los enemigos. Pablo rechazo una tensión revolucionaria y acatar el poder político establecido, una resignación obediente ya que el premio era dado en el mas allá, en la vida eterna. El Cristo revolucionario paso al Jesús histórico y este al Jesús pacifico y amoroso, hijo de Dios y salvador de la humanidad. Ese revisionismo de Cristo y del cristianismo permitió que tal doctrina pudiera ser vista sin recelos por el imperio e irse expandiendo por tierras romanas.

La posición de Pablo choco con la de los miembros de la primitiva Iglesia de Jerusalén quienes rechazaron su doctrina e intentaron refutarla y decretaron su expulsión. Así las cosas, si no hubiera pasado algo, lo mas probable es que el cristianismo hubiese acabado por desaparecer y el movimiento de Jesús no hubiera sido otra cosa que una pequeña secta mesiánica mas dentro del Judaísmo. Sin embargo el acontecimiento que cambio el curso de la historia fue la catástrofe del año 70, cuando se produjo el derrocamiento judío, la destrucción de Jerusalén y la desaparición de su templo, poniendo fin a la revuelta iniciada contra Romo en el año 66. La figura de Pablo fue rehabilitada y su doctrina comenzó a imponerse hasta acabar conformando el núcleo esencial del cristianismo católico posterior, tal y como ha llegado hacia nosotros. Los evangelios se movieron en la dirección marcada por Pablo por ejemplo, tanto Mateo como Lucas se desligaron del mesianismo judío original y el ultimo propuso una visión intemporal del reino de Dios. Con Marcos comenzó también aquella ética universal y la visión de Jesús como salvador de toda la humanidad, y lo desvinculo del mesianismo judío. El evangelio de Juan supuso la definitiva consumación de esa nueva forma de ver a Jesús y entender el cristianismo iniciado por Pablo, incluida la idea del Cristo pacificador. También insistió en el carácter divino de Jesús y en el abandono rotundo de todo reino terrenal de origen mesiánico, fue fue definitivamente sustituido por la iglesia.

El cristianismo resultante fue una religión en la que se renunciaba a toda pretensión revolucionaria, en la que se abandonaba cualquier empresa encaminada al establecimiento de un reino, cualquiera que fuera, de este mundo, mediante el acatamiento expresamente de la autoridad de Roma y el emperador. Una religión, en suma, de un marcado carácter conservador desde el punto de vista político y de legitimación del status quo, que podía aspirar a infiltrarse en el Imperio, iniciando desde ahí su expansión posterior. A la consecución de tal objetivo colaboraron un pléyade de autores que conformaron parte de la Patrística (el primer periodo del pensamiento cristiano). El espíritu que animo a los autores fue común y similar: sumisión a la autoridad del emperador, incluso en los momentos de mayor intensidad de las persecuciones. La causa fue que su poder era querido por Dios y provenía de su voluntad, lo que implicaba la aceptación de de las estructuras sociales y políticas de Roma , esforzándose incluso en ser ciudadanos modelo. Tal fue la directriz fundamental por la que san Justino aconsejo regirse a los cristianos. En ese reconocimiento y adaptación del cristianismo tuvieron un papel decisivo tanto el Edicto de Milán que puso fin a la persecución de los cristianos por el Imperio romano. Consecuencia de ello es que quedo instaurada como religión; por lo que, tras la previa legitimación del Estado por la Iglesia, se produjo la certificación de la Iglesia por el Estado. Entre los siglos I y V, la Iglesia comenzó siendo un mando paralelo al Estado, para luego en un poder igual y, por último, en una potencia superior. Resulto decisiva la obra de Agustín de Hipona, quien mediante la adaptación de la filosofía platónica al cristianismo creo el primer gran sistema filosófico-teológico de la religión.

En el año 410 hubo un saqueo en Roma y el cristianismo volvió a vivir un mal, momento porque algunos intelectuales romanos le atribuyeron a la decadencia del Imperio. Afirmaban que solo recobrarían su grandeza si regresaban a sus antiguos dioses. Así San Agustín contra esa acusación escribió La ciudad de Dios que defendía el providencialismo, esto es, la idea de que Dios dirige la historia y, por lo tanto, lo que sucedía era parte del plan divino. En consecuencia, la decadencia de Roma fue causado por Dios, que no deseaba esta caída por ser cristiana, sino porque era poco religiosa. En último termino el Papa debía detentar no solo el poder espiritual sino también el poder temporal, es decir, el poder político real. Este fue el significado del agustinismo político (el Papa como poseedor de los dos poderes), cuya implantación constituyo, sin duda alguna, el gran objetivo perseguido por la Iglesia durante toda la Edad Media, convirtiendo al Papa en un rey de reyes de la cristiandad y, aunque no faltaron los conflictos, puede decirse que en muchos momentos se cumplió esta máxima. Y a la fecha es innegable la enorme influencia política del jefe de la Iglesia.